No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano. Éxodo 20:7.

Este mandamiento tiene que ver con un principio religioso y aún psicológico fundamental: la reverencia, el respeto por alguien más allá de ti mismo, alguien que está por encima de ti.

La irreverencia es la actitud soberbia, maliciosa e inmoral de aquel que no sabe reconocer la grandeza o el papel de otro ser en algún punto superior; que está demasiado pagado de sí mismo como para sentir que hay otro que merezca ser escuchado y tenido en una consideración especial aparte de sí mismo. Es una visión que menosprecia a los superiores y por lo tanto no puede beneficiarse con la riqueza que ellos tienen para ofrecer, y la función que tienen que cumplir desde el punto de vista moral, psicológico y social en la sociedad o en la vida religiosa.

Pero la más grave pérdida es la de la reverencia hacia Dios. Habiendo perdido el respeto por la persona de Dios, y por la autoridad legítima que él tiene para decirnos lo que “debemos hacer”, vivimos desorientados, llenos de relativismos morales que lo único que pueden provocar es la confusión y la anarquía moral y social que imperan hoy. Lamentablemente, esta falta de reverencia se da hoy por hoy de dos maneras: la negación y el rechazo abiertos de Dios, por parte de la gente secularizada, que toma a Dios y a lo religioso solo como objeto de crítica, de menosprecio y de burla; y el formalismo religioso de aquellos que, aun profesando pertenecer a alguna religión, viven como si Dios no existiera: no tienen verdadera vida espiritual, su religiosidad no es otra cosa que un acontecimiento social esnobista, y en la vida práctica se conducen moralmente prescindiendo de Dios. Toman el nombre de Dios “en vano”.

¿Cómo responderás a la grandeza de Dios? ¿Con soberbia desafiante, con menosprecio o indiferencia, o con humildad y reverencia? No te olvides de que: “Así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados” (Isaías 57:15).

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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