¿Un Dios estricto?
Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros. 1 Samuel 15:22.
Si tengo que ser justo contigo y con la revelación bíblica, la Sagrada Escritura también revela aspectos de Dios que a nosotros, limitados e ignorantes mortales, nos resultan difíciles de digerir. Saúl pelea contra el pueblo de Amalee, lo vence, pero no cumple estrictamente la orden de Dios, y perdona al rey Agag, y lo mejor de los animales (ver 1 Sam. 15:3, 9).
Los pueblos cananeos eran gente entregada a la perversión, la idolatría y la violencia, y a groseras degradaciones sexuales y litúrgicas.
Dios, entonces, anuncia a Saúl su destitución del reino, por causa de esta desobediencia, con las palabras tan significativas de nuestro texto de hoy, y agrega: “Como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey” (vers. 10). Y establece un principio fundamental de nuestra relación con él: la obediencia estricta a su voluntad. Dios espera de nosotros que seamos hijos obedientes. Y no lo hace porque sea un déspota narcisista, que necesita alimentar su ego exigiendo nuestra completa sumisión, sino porque sabe que NOSOTROS NECESITAMOS ser absolutamente obedientes a su voluntad. Porque sabe que debe quebrarse, en nosotros, el principio de la rebelión originado en el cielo con Satanás, que dio lugar al “terrible experimento de la rebelión”, porque ese principio está en la base de todas las desgracias y las tragedias que padecemos los seres humanos.
Dios sabe que, aunque nos jactemos de madurez emocional, histórica y social, la mayoría de los seres humanos somos cual niños caprichosos, que vivimos como bajo un ensalmo, hipnotizados por el pecado y por nuestros egoísmos. Y sabe que la única forma de que nuestra vida sane de la embriaguez de mal y se libere de la esclavitud del pecado es que aprendamos a ser estrictamente obedientes a su voluntad santa, justa y buena. Solo así nuestra vida tendrá claridad, firmeza, fortaleza moral y seguridad.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie
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