La alegría de Dios

La Escritura Sagrada, y especialmente los libros proféticos, entre los cuales se encuentra Jeremías, están llenos de mensajes “duros”, de advertencia y castigo de parte de Dios, que no podemos obviar fácilmente.

Cuando observo el comportamiento de los niños, sus peleas, lo irrazonable de muchas de sus conductas e interrelaciones, me hace pensar que los adultos, en nuestra esfera, no somos menos caprichosos, tozudos y egoístas que ellos. Cuando Dios nos contempla, seguramente le debe doler el corazón al ver el odio, la maldad, la violencia, los celos, la envidia, el amor propio, el orgullo, el egoísmo con que nos tratamos. Y estamos tan ensimismados que no escuchamos su suave voz que nos invita al arrepentimiento y el bien, y entonces no le queda otra opción que aplicar la disciplina celestial.

Y en medio de este cuadro que se debate entre la tormenta y el solaz, entre el dolor y la paz, Dios expresa cuál es su mayor alegría, según consta en nuestro texto bíblico para hoy: “Y me alegraré con ellos haciéndoles bien” (vers. 41). No hay ningún deleite en Dios en permitir que suframos. Él solamente quiere nuestra felicidad. Y, cuando las medidas “desesperadas”* que toma Dios para salvarnos de nuestra autodestrucción surten su efecto, y nos arrepentimos del mal y nos volvemos a él en procura de salvación, Dios se alegra con nosotros. Y para reafirmar cuáles son sus verdaderos y más intensos sentimientos hacia nosotros, Dios nos dice que esta restauración la hará “de todo mi corazón y de toda mi alma” (vers. 10).

Él únicamente desea tu salvación y tu felicidad. No te obstines en la rebelión y el mal. Escucha su tierna voz, que trata de darte lo mejor, y llevar tu vida por senderos de paz y bondad. ¡Alegra hoy el corazón de Dios con tu arrepentimiento, fe y entrega, y alégrate con Dios al transitar por las sendas de la salvación!

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie