Morir al yo y amar como Jesús – III
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. Gálatas 2:20.
A lo que Jesús nos está invitando no es a un masoquismo cristiano sino a vivir para amar, y el amor verdadero es, por su propia esencia, abnegado; es decir, vive procurando la felicidad del ser amado, aunque eso implique, de ser necesario, el sacrificio propio. Es morir al yo, a ese egoísmo que está en la base de todos los problemas, dramas y tragedias que padece la humanidad, para reemplazarlo por el amor, que “no busca lo suyo” (1 Cor. 13:5).
Jesús nos dio el mayor ejemplo de la autotrascendencia de la que habla Frankl. Aunque vivía en el cielo lleno de una inefable gloria, bienestar y felicidad, “no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2:6-8). El sentido de su vida estaba ligado a vernos salvos y felices y, por tal motivo, porque tan fuerte era esta necesidad de rescatarnos, “sufrió la cruz, menospreciando el oprobio” (Heb. 12:2).
Como diría el autor A. Tenquerey, en su obra La divinización del sufrimiento: “A los pies del Crucificado es donde comprenderemos que en este mundo no es posible amar sin sacrificio, pero el sacrificio es dulce al que ama”.
Ser verdaderamente cristiano es renunciar a una vida centrada en el yo, en el egoísmo, a fin de vivir en el amor, en el servicio al prójimo, en el deseo de hacer felices a los demás y ayudarlos a encontrarse con su Salvador. ¿Tomarás hoy tu cruz, la cruz de la renuncia al yo, para sustituir el egoísmo por el amor abnegado, y seguirás en pos de Jesús? Solo así serás un verdadero cristiano, y encontrarás el verdadero sentido y propósito de tu existencia.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie
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