Las hijas de Zelofejad
Lo que piden las hijas de Zelofejad es algo justo, así que debes darles una propiedad entre los parientes de su padre. Traspásales a ellas la heredad de su padre. Números 27:7.
Las palabras que acabas de leer las pronunció Dios mismo ante una consulta específica de Moisés. Miles de años ante de que la legislación de los países “avanzados” permitieran a las mujeres votar, Dios estaba exigiendo de su pueblo un trato igualitario para hombres y mujeres.
En Atenas, la cuna de la democracia, las mujeres no podían participar ni asistir a las reuniones donde se decidían las grandes cuestiones sociales. En la Francia de la Revolución, Olimpia de Gouges redactó un complemento a la declaración francesa sobre los “Derechos del hombre” (hombre en su sentido literal) que tituló “Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana”. No tuvo éxito práctico; terminó en la guillotina en 1793.
Y hay gente que se anima a tildar a la Biblia como sexista, machista o anticuada. Con respeto y cariño, esta gente no leyó la Biblia; o peor, la leyó como quiso leerla, a fin de criticarla.
Tu Dios, que te conoce por nombre, que sabe cuántos cabellos tienes en tu cabeza, que controla los universos que creó y se detiene a observar cada gorrión que muere, respeta (y por lo tanto, pide que tú respetes también) a cada ser humano, sin tomar en consideración si es hombre o mujer. Las hijas de Zelofejad lo descubrieron aquella tarde, en la puerta del Santuario.
Maala, Noa, Hogla, Milca y Tirsa llegan hasta la puerta del Tabernáculo y presentan a Moisés un caso más para que juzgue. Su padre murió, no tienen hermanos hombres, no tienen heredad. Sin heredad, las opciones eran pocas: la muerte, la mendicidad o la prostitución. Obviamente, para ellas era injusto.
¿Sabes? Dios no está preocupado con la tradición humana. Es más, muchas veces -como en este caso – la deja totalmente de lado, porque él -siempre – tiene algo mucho mejor para ofrecernos. Recuérdalo. Si eres mujer, agradece a Dios por su amor incondicional y por el profundo respeto que demostró por ti; si eres hombre, también.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor
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