Reflexiones para tí.

Acan

Sin embargo, los israelitas desobedecieron al Señor conservando lo que él había decidido que fuera destinado a la destrucción, pues Acán hijo de Carmí, nieto de Zabdí y bisnieto de Zera, guardó para sí parte del botín que Dios había destinado al exterminio. Este hombre de la tribu de Judá provocó la ira del Señor contra los israelitas. Josué 7:1.

Después de una victoria tan espectacular como la que se consiguió en  Jericó, creo que el pueblo de Israel se sintió poderoso. Si Jericó había caído, de la manera tan extraordinaria en que había caído, la peque y la Hai no era rival. Es más, no había nada ni nadie que los pudiera detener. Nada, excepto el pecado. Y el primer pecado de este episodio no fue el de Acán, sino el del pueblo, al dejar a Dios de lado.

En los momentos de mayor euforia de tu vida espiritual, recuerda la lección de Hai: un pequeño pecado escondido en un rincón de tu corazón puede traer, como consecuencia, una derrota estrepitosa.

Si te pones a pensar, de la enorme ciudad de Jericó lo único que Acán tomó fue un pequeño manto, una barra de oro de solo cincuentas sidos y doscientos sidos de plata. ¡Es muy poco, comparado con la riqueza que la ciudad tenía! Pero Dios había dicho que no tomaran nada.

Josué se siente absolutamente desconcertado por la derrota. Ora, como Moisés, intentando entender qué fue lo que ocurrió, porque desde su perspec­tiva -y la de todo el pueblo- , no era coherente que hubiera sucedido. Dios no está preocupado con el hecho puntual, con la derrota específica. Dios -como siempre- está intentando solucionar la causa del problema.

Cuando hay pecado en el medio del pueblo, de la iglesia, de la familia, de tu vida, Dios no puede bendecir, no puede acompañar, no puede ayudar. El pecado es absolutamente repulsivo y repugnante para nuestro santo Dios.

Pero nuestro Dios es genial, y cuando nos promete un mundo nuevo, una nueva oportunidad, se abre de par en par para que entremos confiadamente en una nueva etapa de nuestra relación con el Cielo. Una etapa victoriosa, en la que Dios ocupe el primer lugar siempre, en la que las victorias se sucedan una tras otra; una etapa en la que el Señor destruya a todos y a cada uno de tus enemigos, sean grandes o pequeños.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor






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