Penina
Penina, su rival, solía atormentarla para que se enojara, ya que el Señor la había hecho estéril. 1 Samuel 1:6.
Debió de haber sido insoportable. Penina no conseguía administrar sus celos, y atormentaba a la otra mujer de Elcana, a quien la Biblia caracteriza como “su rival”.
Discusiones, tormentos, celos… el peor clima imaginable para un “almuerzo familiar”. Los deberes religiosos y los ritos tradicionales no significan adoración familiar. Una reunión de los miembros de la familia en la que se ora, no significa un culto familiar La diferencia la puede marcar uno solo de los integrantes de la familia.
Tomando a Ana como referencia, Penina debería haber sido la mujer más feliz del mundo. Era una madre de Israel con muchos hijos. ¿Qué más podía pedir? El amor, sino exclusivo, al menos preferencial de su marido. No lo tenía, y eso la bloqueaba.
Cuando un sentimiento pecaminoso te domina, te envenena. Tu vida pierde todo sentido positivo, porque te centras y te dejas manejar por aquello que te mata poco a poco. Gente así es terrible para todos.
La amarga hiel de la que beben en forma constante hace que todo y todos los que los rodean queden impregnados y envenenados con ese espíritu.
La fuerza espiritual que se necesita para soportar la tortura que significa su presencia, solo se consigue en la comunión constante, personal y verdadera con Dios. Menos que eso traerá, como consecuencia, respuestas “en acciones y/o en palabras” a la altura (muy baja por cierto) en la que estas personas se mueven. Demasiado bajo para un cristiano. Demasiado poco para un hijo de Dios. Demasiado sucio para un santo.
Penina entendía el dolor de Ana. No lo compartía, pero lo entendía; por eso la atacaba, la torturaba, la maltrataba como lo hacía. Sabía dónde dolía más cada palabra que pronunciaba, por eso la decía. Buscaba, conociendo el camino hasta la fibra más íntima de su enemiga, herirla de la manera más profunda que consiguiera hacerlo.
Penina iba al Templo, participaba de los ritos, cantaba y oraba. Nada de esto te define como un cristiano. La verdadera religión recorre otros caminos. Pero, si lo piensas bien, es Penina quien empuja a Ana al Templo a orar. Es su actitud arrogante y burlona que lleva a la madre de Samuel a derramar su alma ante Dios. ¿A dónde te llevan los problemas? ¿A los pies de Cristo?
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor
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