¿Doble identidad?
«Somos de Dios (1 Juan 4: 6).
Es muy probable que conozcas a alguno de estos personajes: Clark Kent, Bruce Wayne y Peter Parker. ¿Te suenan familiares? Quizá los conozcas por estos nombres: Superman, Batman y Spideman. ¿Qué tienen en común estos tres superhéroes? Entre otras cosas, que tienen una doble identidad. En un momento son simples humanos, y en otro, son superhéroes. Su comportamiento varía dependiendo de cuál sea la situación con la que tengan que lidiar,
A primera vista, eso de tener una doble identidad parece una experiencia muy divertida, por lo menos así lo es en la vida de los personajes de tiras cómicas. El asunto es que muchos de nosotros pretendemos vivir nuestra experiencia cristiana como si fuéramos superhéroes cuya identidad ha de estar condicionada por lo que más nos convenga en el momento. Cuando vamos a la iglesia nos resulta cómodo aparentar que somos cristianos: cantamos, oramos, decimos amén. Sin embargo, la campana suena diferente cuando estamos jugando con nuestros amigos o hablando con nuestras amigas; porque cuando nadie de la iglesia nos ve, a veces actuamos como si no fuéramos hijos de Dios. ¿Por qué lo hacemos? ¿Acaso merece nuestro Dios que reneguemos de él ante la gente que desconoce nuestra identidad cristiana?
¿A quién engañamos cuando tratamos de estar con Dios y con Satanás? ¿Crees que nadie se dará cuenta de nuestra hipocresía espiritual? Me parece que siempre hemos de tener pendiente esta declaración bíblica: «No se engañen ustedes: nadie puede burlarse de Dios» (Gálatas 6: 7). Ponerle un antifaz a tu experiencia cristiana constituye un engaño contra ti mismo. Aunque logres burlarte del pastor o del anciano o de tus padres, no olvides que «nadie puede burlarse de Dios». Por tanto, no debes suponer que puedes ser cristiano y al mismo tiempo seguir los parámetros del mundo en asuntos que contradicen abiertamente lo que Dios ha dicho en su Palabra. El consejo de Juan sigue siendo relevante para los jóvenes del siglo XXI: «No amen al mundo, ni lo que hay en el mundo» (1 Juan 2: 15).
A ti y a mí nos corresponde decidir que «somos de Dios»; por ende, hemos de vivir como lo que somos: jóvenes que profesan creer en Cristo.
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