¿Quién es justo?
“Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios” (Romanos 5:1, RV95).
El padre se acercó a su hijo de veintidós años y le dijo: “Hijo, como ya somos una familia de clase media es indispensable que te cases con una buena mujer y que te matricules en Derecho”.
El joven quedó encantado con la oferta del papá, pues su futuro como jurista lucía bastante prometedor. Sin embargo, había algo que le mantenía en permanente zozobra: les temía a los demonios y le aterraba la idea de verse de pie frente al tribunal divino. Una mañana de 1505, poco antes de que comenzara a estudiar Derecho, imprevistamente un tempestuoso viento y una violenta lluvia desataron su furia sobre el temeroso joven. Creyendo que ese sería su último día en la tierra, Martín Lutero se tiró al suelo y clamó: “Santa Ana, ayúdame. Te prometo que seré monje”. Quince días después ingresó al monasterio.
Allí se propuso salvar su alma y derrotar al pecado llevando una vida piadosa y haciendo buenas obras. Años más tarde, cuando visitó Roma por primera vez, subió la “santa escalinata” de rodillas y repitió el Padrenuestro en cada uno de sus veintiocho escalones; además visitó todas las iglesias de la ciudad. No obstante, aunque se afanaba por conseguir la santidad sin la cual nadie verá al Señor mediante el cumplimiento de estrictos ejercicios espirituales, Lutero no lograba alcanzar la paz interior.
Afortunadamente, toda su angustia concluyó cuando, mientras repasaba la Epístola a los Romanos, se encontró con este pasaje: “El justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17). Leyendo Romanos, Lutero comprendió que ser justo, más que el cumplimiento de un código ético, conlleva vivir un cristianismo basado en que somos salvos por fe, y no por nuestras obras. En Romanos 1:17 encontró el aliciente que necesitaba para tranquilizar su consciencia pecadora. Ya no tenía que recurrir a Santa Ana, ni a los rezos, ni a las indulgencias, ni a sacrificios de rodillas… solo tenía que creer que era salvo por la fe en Cristo Jesús.
Si, como Lutero, te sientes espiritualmente fracasado, entonces es urgente que te adueñes del mensaje de Romanos 1:17. Tu futuro eterno no radica en lo que tú hagas, sino en creer y aceptar lo que Jesús hizo por ti.
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Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2016
“Visita mi Muro, 366 Mensajes que Inspiran”
Por: J. Vladimir Polanco
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